La Cuestion de las “Identidades”

Cuando uno va a la universidad, generalmente trata de abrir su mente hacia otras maneras de pensar. La universidad es el ámbito del pluralismo dado que uno aprende a convivir con mucha gente que no piensa como uno, pero trata de entenderla poniéndose en su lugar. El hombre, en tanto ser plural, interactúa con otros hombres y sólo experimenta el sentido verdadero de las cosas debido a que puede hablar y oír a los otros hombres (y también a sí mismo). Es en la universidad nos enseñan el gris, para que no caigamos en el cliché del blanco o negro.

Un mismo individuo es miembro de distintas comunidades/identidades al mismo tiempo. Un mismo individuo tiene una identidad nacional (soy argentino), una identidad religiosa (soy ateo), una identidad cultural (soy pro-bush o anti-bush), una identidad futbolística (soy de boca). Esto es importante porque la identidad es lo que nos distingue a uno de otro. Las identidades forman la subjetividad de cada individuo. Si no hay identidad, no hay diferenciación y si no hay diferenciaron no hay pluralidad. Ese problema de la identidad se relaciona hoy en día con el terrorismo internacional y con la guerra entre Israel y Siria.

Está claro que en la guerra actual entre Israel vs. Siria, ambos bandos se identifican y toman posición conforme a una identidad. Es decir, cada actor (cada bando) toma una posición, y esa posición generalmente se basa en la identidad de cada uno. Por ejemplo, en la guerra contra el terrorismo, es obvio que un norteamericano por ser norteamericano (tener identidad norteamericana), apoyará (es decir tomara una posición a favor de) a su país. Por el otro lado, resulta obvio que el mundo islámico, dada su identidad, tomará la otra posición.

Pero lo que distingue a los politólogos, o a los que se hacen llamar pluralistas, del comun denominador, es que los primeros no ACCIONAN conforme a una identidad. Si uno ACCIONA o toma una posición según la identidad que posee, está siendo muy subjetivo.

El politólogo, debería abstraerse de su identidad y lograr hacer análisis objetivos para que la posición o la toma de postura que este adopta no esté basada en su identidad, sino en criterios objetivos. Esto quiere decir que si un politólogo, que es judío, sabe que Israel es el verdadero culpable de la guerra actual, no debería argumentar pro-israel solo porque es judío. Un analista judío, en tiempos de paz, hace mucho research (se informa) acerca de la historia del conflicto entre Israel y Siria. Y justamente, se supone que su investigación debería conducir a que este no adopte posiciones en función de su identidad (subjetiva), sino en función de lo concreto-real. Ser objetivo implica reconocer grises. Mientras mas informado, y mas educado es una persona, mas chances hay que pueda llegar a reconocer los grises. Pero si de un día para el otro, Israel inicia una guerra a Siria, aquí acaba toda objetividad y el analista político es invadido por su identidad.

Por eso, lo que en realidad ocurre la mayoría de las veces es que, en tiempos de paz, el politólogo logra reconocer los GRISES (reconoce la objetividad) del conflicto, pero en tiempos de GUERRA, desaparecen los GRISES y todo pasa a ser BLANCO o NEGRO. En tiempos de guerra, desaparecen los puntos medios y todo se vuelve extremo.

En tiempos de paz es más fácil para un politólogo, que es judío, poder abstraerse de su identidad judía y hacer análisis objetivos de la cuestión de Israel y Siria. Pero en épocas de guerras muy polarizadas, desaparecen los grises, y muchas veces cuando estas guerras son extremas (en donde peligra la existencia de los que comparten esa identidad), hasta a los a los politólogos, los invade su identidad. Cuando esto pasa, es decir, cuando la identidad es el elemento que hace que adoptemos una posición u otra, no hay más GRIS, sino BLANCO o NEGRO.

En conclusión, estamos al borde de una escalada muy peligrosa dado que ambos gobiernos (El israelí y el sirio) no reconocen los grises. Ambos gobiernos son extremistas, y eso reduce la chance de la diplomacia como solución al conflicto, al mismo tiempo que aumenta la probabilidad del uso de la fuerza. Debería parecer obvio que si ambos gobiernos representan a su gente, es lógico que van a accionar en función a sus identidades. En otras palabras, nadie esperaría que Israel tome decisiones que beneficien más a Siria que a su propia gente. Sin embargo, el hecho de estar sumamente pegado a la identidad de uno mismo, reduce el espacio para la tolerancia. Cuando hay intolerancia no hay espacio para la diplomacia, y cuando no hay el espacio para la diplomacia, entramos en una guerra que no sabemos a donde nos puede llevar. Quizás si los políticos fuesen mas tolerantes y menos extremistas reconocerían los puntos de vista de los adversarios, y con eso se abriría un espacio para el dialogo.

Como decía Hannah Arendt: En la medida en que el hombre abandona el discurso o el dialogo, lo político se va deteriorando. Si la política es el ámbito del discurso o del dialogo, la guerra es la violencia pura. Donde no hay discurso hay violencia. Esto hace latente el peligro inminente que representa lo que Hannah Arendt llama fin del mundo común: el momento en el cual los hombres se han convertido en completamente en seres privados (han sido desposeídos de ver y oír de los demás, y hasta de ser vistos y oídos por ellos mismos)

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